Por qué no escribo de Yoani Sánchez

Por: Elaine Díaz Rodríguez

La primera vez que oí de ella estaba haciendo mi tesis de licenciatura en periodismo sobre los blogs en Cuba. En aquel entonces queríamos hablar de la «naciente» blogosfera cubana, aquella que se estaba construyendo a golpe de esfuerzo por los cubanos de a pie. Pero, qué horror! No existía tal blogosfera, sino algunos intentos aislados de escribir sobre el tema en la red. Muchas de estas personas, como «El cubano de la isla», ni siquiera daban sus nombres reales. ¿Cómo entonces atrapar en blanco y negro algo que estaba disperso, a media luz, en el mundo de los bytes?

Fue entonces cuando oí de ella. Unas de las personas más avezadas en el tema del periodismo digital comentó en el pasillo: «Escribe lo que todos nosotros quisiéramos decir». Por aquel entonces al blog se podía acceder desde La Habana.

Comencé a revisar sus entradas, todos los días, hasta que una mañana, después de lidiar con los bicicleteros que buscan casarse con muchachas habaneras para legalizar su situación de vivienda, con las guaguas que se demoran, con los altos precios en las tiendas, con mi incapacidad para entender cómo se acaba el helado en el Coppelia cuando por la puerta trasera comienza la fiesta de las tinas a 10 c.u.c, todos estos temas tratados en Generación Y, dije: BASTA YA!

Simplemente me cansé de leer lo mismo que ya sabía. Granma me habla de un mundo inexistente. Una Cuba de victorias y logros, de sobrecumplimientos y planes nuevos… Generación Y me habla desde el hastío, el cansancio, la abulia de alguien que simplemente está poniendo en la red, lo que 11 millones de cubanos comenta cada día en la calle.

¿Es esto un mérito? ¿Es un mérito tener 8 dólares para pagar por la conexión a Internet en un hotel y entrar disfrazada de extranjera para contarle al mundo su visión de la realidad cubana? Pues, ciertamente, no lo es. No se trata de méritos. Se trata de actitud ante la vida. Esta es la de Yoani Sánchez. La respeto y también la respetan todos aquellos que han decidido otorgarle premios. La respetan y agradecen los que desde afuera y desde adentro, pero cubanos todos, quieren escuchar su opinión.

¿Por qué no escribo de Yoani? Hace días me preguntaba esto una y otra vez. Ayer, después de lidiar nuevamente con «la maldita circunstancia del agua por todas partes» me respondía: «¿por qué escribir de ella? Sencillamente prefiero escuchar lo que comentan en las guaguas, ver la expresión del rostro de aquel viejo recostado en el piso que se ha convertido ya en parte del cine Riviera, oír los gritos en la cola del Yara por ver una película Latinoamericana.

Prefiero construirme mi propia Cuba, un espacio donde no solamente hay puntos negros, todos perfectamente dibujados en el espacio de Yoani. Quiero creer que mi país va a estar mejor. Me niego a pensar en Cuba desde una tercera persona, como decía Alejandro alguna que otra vez. Cuba no es perfecta, no es la isla de maravillas que han pintado nuestros medios, pero tampoco es el inhóspito lugar que me presenta Yoani, o al menos, me rehúso a verlo así.

Vivo en un país con contradicciones. Un país que pasa por toda la escala cromática, pero no es blanco ni negro. Vivo en un país que necesita que yo, además de contar mi realidad en cuanto espacio quiera, haga algo por cambiarlo. En un país que me saca las lágrimas de rabia pero también de alegría. No quiero sentarme a ver como la vida pasa. No puedo simplemente seguir la línea de los escépticos que continúan con la premisa de los años 80: «Esto no hay quien lo tumbe, pero tampoco hay quien lo arregle». Al menos no aún. Y mientras sea así, escribiré de aquello en lo que crea, aquello que consiga darme esperanzas. Generación Y no me da esperanzas. Por eso, sencillamente, no escribo del tema.