Cincuenta veces Cuba (V)

Sus fotos y él

Por: Ángel Zaldívar (especial para La Polémica Digital)

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….”Yo siempre le vi talante pal asunto”…… “Desde que noté su modo de empuñar aquella Zenit con el cuello retorcido sabia que eso era lo suyo”…… “Se nos ha hecho un hombrecito en la fotografía”….

Por este estilo eran las opiniones emitidas hace unos días atrás por un pequeño grupo de amigos de Kaloian en un informal balance de su despunte en el terreno de la fotografía, todos ellos testigos en alguna medida de su evolución.

Los juicios lisonjeros emitidos allí, vindicaban todo un pasado del más benigno y feroz “cuero” por su nueva vocación, del que sólo cabe cuando existe una amistad más que entrañable y del que sólo entendería alguien que también llevara la jodedera enraizada genéticamente.

Reparábamos entonces que sin proponérselo él se había encargado de  amontonar recuerdos en forma de fotos de un montón de aventura compartidas desandando Cuba y ahora con su catálogo podíamos reconstruir nuestro mapa íntimo de los últimos años, restregándonos que el ayer nunca es absoluto y que se nos habían quedado pinceladas por ver.

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Si agrupáramos a los fotógrafos en dos clases: los que, al llegar con su cámara a un peñasco gris donde sólo hay una margarita y un suicida, dedican su instantánea al salto del suicida, y los que se concentran en la flor, tendríamos que ubicar a Kaloian en la clase de fotógrafo que convence al suicida para que pose radiante con la margarita en la solapa.

Definitivamente, él (Kaloian) no vino a dejar constancia pasiva del mundo que le tocó a través de la fotografía, sino que vino a cambiarlo mediante ella.

Kalo, más que exposiciones fotográficas, debería montar con ellas performances, ….sus fotos y él….. pues no se conforma con armar su caleidoscopio personal añadiéndole un nuevo trozo de vidrio con cada foto que tira, sino que el bendito tiene la gracia y el donaire de echarlo a girar en tu cabeza con su presencia, sazonándolas con uno de sus cuentos u ocurrencias.

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Cada una de sus fotos es una biopsia al desván íntimo de los cubanos, un muestrario de entidades que siempre nos sacude con el mismo deja vu. De nos ser por su lente, jamás nadie le hubiera extraído su quintaesencia.

Los mejores chistes acerca del nuevo hobby de Kalo los escuché mientras él, ocupado, hacía malabares en el aire con fotómetros, flashes y teleobjetivos; colimando su cámara con suma pericia, imperturbable ante los improperios que le lanzaban sus modelos por la demora; hasta la lagartija más vanidosa se marchaba decepcionada por la poca destreza de su fotógrafo. Sólo ahora comprendo que mi amigo no estaba privado de maña,  tan sólo conjuraba en esos instantes su secreto pacto con la luz.

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