Pocas cosas asume sin cuestionárselas. Sus porqués cada diez, veinte, treinta segundos pudieran ser un examen de paciencia para cualquier ser vivo (si no, pregúntenle a Simón, la jicotea). Sus porqués cada diez, veinte, treinta segundos sobre temas relativos a las tecnologías, a Internet, a servicios y productos online demandan, más que paciencia, creatividad. Son porqués genuinos de quien no sabe, de quien no tiene ni idea, de quien vive en el más profundo despiste. Son porqués de quien tiene 28 años y no sabe, no tiene idea, porque vive en el más profundo despiste.
A veces, pocas, cuando de verdad importan las estadísticas, me pregunta si «el último editorial se está compartiendo bien en las sociales». Le digo que sí, que ya pasó de 100, que está bien de salud. Le digo, también, que para volver a preguntar debe dejar que pase un poco de tiempo, porque es probable que estemos viendo una copia local del sitio. Y me dice que no me esfuerce, que ya empecé a hablar otro idioma, que ella no nació para entender eso. Pocas veces me esfuerzo (debo confesarlo). La mayor parte del tiempo le digo que escriba, que no le hace falta entender.
Pero otras veces le digo que sí, que tiene que entender. Y le hablo en el lenguaje que prefiere: el de los libros. Imagina que el hosting es la Biblioteca Nacional y la copia local es la biblioteca de tu casa. ¿Me sigues? Ahora imagina que quieres un libro, imagina que los 11 millones de cubanos quisieran el mismo libro que tú. ¿Me sigues? Ahora piensa el atolladero de gente buscando ese libro en la Biblioteca Nacional. Tú comprarías el libro y lo pondrías en la biblioteca de tu casa, ¿verdad?. Así, cuando quieras «Los detectives salvajes», por ejemplo, usas tu copia local. Solo irías a la Biblioteca Nacional cuando necesitas un libro que no tienes en casa. ¿Me sigues? Como tú eres tan juiciosa, vas a intentar tener la mayor cantidad de libros en casa.
Cuando no está preguntando, escribe poemas. Y cuando no encuentra una editorial, los publica en su blog. No de uno en uno, como haría cualquier otra persona; sino de un tirón. El poemario completo a la web. A lo grande. Los poemas son buenos; pero no ganan premios. Yo sé poco de poemas. He escrito uno, y fue tan malo, que prefiero decir que no he escrito ninguno. Pero sé que estos son buenos. Por dos razones: la primera, porque algo sube de la barriga hasta el pecho y llega hasta la garganta cuando los leo; la segunda, porque me dan una ganas inaguantables de compartir varios versos en Facebook. La tercera, si hiciera falta, porque aún no termino el último. El motivo para no terminar el último es el mismo por el cual tengo páginas pendientes de «Los detectives salvajes». No quiero que se acabe nunca.
Le digo que publique sus poemas en Amazon. Y le explico, antes de que sus porqués inunden la mesa del desayuno. Imagina un mundo sin editoriales. Imagina que sean solo los lectores y los escritores y una plataforma donde los primeros y los últimos se encuentran sin que exista detrás una industria que intenta adivinar gustos, índices de ventas; que decide lo que se publica y lo que no, algunas veces basada en criterios tan poco literarios como el nivel de «fervor revolucionario» de un texto. ¿Qué pasa si quieres quedar fuera de juego? Imagina una comunidad primitiva literaria. Tú subes tu libro, lo clasificas, poemas, ¿no?, y luego alguien lo encuentra, lo compra, lo descarga, lo lleva a casa.
«¿Y las estadísticas de Google Analytics?», me pregunta otro día. «No, no, olvida eso, es del tipo de cosas que no te hace falta entender. ¿Ya subiste los poemas a Amazon? Hay lectores esperándote, recuerda».
Pués a esperar a Mónica y sus poemas.
Me gusta. Y confirma lo que te dije hace no sé cuánto: eres mejor narradora que … bueno, no vale la pena comparar -cuando se hace «lo otro» disminuye y eso no suele gustar al diferente-. ¿Sabes quién me vino a la cabeza mientras te leía?, Rulfo y su «Comala». ¡Qué raro, verdad! Por entonces nadie podía imaginar que «el hosting es la Biblioteca Nacional y la copia local es la biblioteca de tu casa». Solo nos asombraban los poemas, que para bien o para mal aún continúan haciéndolo. Pero La Tecnología es perseverante y seguro que, con el tiempo, pondrá cada cosa en su lugar -decírtelo esta de más pues tú lo sabes, probablemente mejor que yo-. Es Ley Generacional.
Ojalá.