Amén

“Órenle a Dios, al verdadero, pa que les dé la bendición. Órenle al verdadero Dios, pa que vean”. “Cállate, Carmita”. “Órenle, órenle”. “Oe, que te callessssssssssssssssssssssssss”. “No hable así que usté tiene familia, órenle a Dios, órenle”. “Manda pinga la vieja loca esta, cállate, Carmitaaaaaaaaa”. Party Rock is in the house tonight. “Cógelo, cógelo, cógelo”.

La gritería y los rezos se confunden con la música del agro. Cógelo, cógelo, cógelo se escucha ya a lo lejos. “Eso es una cadena”, pienso. Desde el portal confirmo mis sospechas. Una señora de mediana edad se aleja con la blusa rota. Llama desesperadamente desde su celular. Ni idea de a quién. La calle está repleta de curiosos que intentan detener al adolescente que ha robado la cadena y se ha perdido en el laberinto de pasillos del Sevillano.

El agro se ha paralizado. Por un instante, la tranquilidad vuelve a Lagueruela. “Se rompió el equipo de música”, pienso y no puedo evitar el regocijo. Fantaseo con mis mañanas silenciosas y mis tardes silenciosas, hasta las 4 y 20, al menos. A esa hora, una madre le gritará al chiquito-de-mierda que si no hace la tarea “le va a rajar la cabeza en dos”. Pero no tengo tanta suerte. Los vendedores están en la calle impactados por el robo a plena luz de día. La calma dura solo unos minutos. Party Rock is in the house tonight. Regresa la música y una cadena de oro ingresa en el mercado negro.

“Órenle a Dios”, repite Carmita. “Deberían matarlo”, sentencian los del agro. “Oe que ya uno no puede salir a la calle tranquilo”. “Juzgan y serán juzgados”, repite Carmita. “Que esta vieja no se calla, chico”. “Dios los está escuchando y cuando Dios escucha, Dios castiga”. “Cállate, Carmitaaaaaaaaaaaaaa”. “Ustedes también tienen familia y no saben lo que pueden estar haciendo ahora, órenle a Dios, órenle”. “Ave María, por tu vida, la vieja estaaaaa”. Party Rock is in the house tonight. “Pa Dios tan ladrón es el que arrebata cadena como el que roba con la pesa”. “Que te calles, Carmitaaaaaaaaaaaaaaaa”. Amén.