Tres madres conversan en el parque del Sevillano. Una se queja porque ahora tiene que buscarle un “lazo amarillo al chiquito porque lo pidieron por la escuela”. La otra le responde que “no busque nada, que lo den ellos”. Desde la tele, la entusiasta Central de Trabajadores de Cuba (CTC) lanza un llamamiento para que en todos los centros de trabajo luzcan una cinta amarilla el día doce. En la mesa redonda, comienzan las llamadas de los presidentes de CDR más-revolucionarios-que-nadie contándole a René de sus “llamamientos”. Mientras, el profesor de cierta universidad se sorprende porque aún no han sido convocados a ninguna manifestación. “Pero dentro de poco bajarán la orden”, me dice escéptico.
En Facebook, mis amigos se cambian sus fotos de perfil. Buscan cintas amarillas de diferentes tonalidades y colores. El lazo de Maydelis parece de la misma tela que usábamos en nuestras motonetas de la escuela primaria. Nyliam tiene una discreta cinta mostaza en su vestido del lunes. Leticia lleva a su hija pequeña a la escuela con algo parecido y la foto que sube a Facebook es bellísima. La de Lily está en su mano, y linda que le queda. Todas estas cintas tienen algo en común: nacieron de la decisión individual de cada una de estas personas. Reacción por cuenta propia ante unas palabras sencillamente conmovedoras.
Nadie tiene el derecho de matar la espontaneidad. Nadie tiene el derecho de convertir la ilusión de René en una burda puesta en escena orientada “desde arriba”. Y nuestros medios de prensa tienen aún menos derecho a darle espacio a iniciativas de jefes y directivos que contradicen a todas luces la petición inicial. Menos esta vez, que quizás sea nuestra última oportunidad para sacudir la sensibilidad de este país cansado después de 15 años de campaña descafeinada, orientada y aburrida.
Escuché decir a alguien que tomaría la cinta del medio de su agenda (esa que se usa como marcador), otros han picado puloveres amarillos, hoy escuché en la radio la dirección de una tienda en Ayestarán donde están vendiendo lazos amarillos y la cola no se detiene…Ojalá que ese noble entusiasmo no se enfríe y caigamos de nuevo en la consigna que a ningún lugar llega…gracias Elaine por la alerta
Quizás deberías leerlo de nuevo, sobre todo el último párrafo.
De acuerdo con ud al 110%,ya va dando asco que nos guien como rebaño de mulas ciegas,la prensa cubana,como bien escribe ud,há servido como mutiladora de tal espontaneidad en muchas ocasiones,en otras las tribunas lo han sido,aquello de que «el que no salte es yankee» llegó al más grotesco escalón de la escala humana.
Pero profe,me temo que ya estamos demasiado viciados de tanta «unanimidad» y como pueblo no tenemos derecho a un lugár en el significado del vocablo «espontaneidad»..fijese.
ESPONTANEIDAD:Cualidád de lo que es voluntario,naturál o sincero.
Pues acabo de hablar con un primo de Camaguey que me cuenta que en las escuelas estan preparando una cintas amarillas con un letrerito que dice «sigueme por los cinco»,para que la gente se la ponga en la frente como en los tiempos de Robertico.
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Y Cachita gozando porque con el pretexto de los 5 le estan haciendo elogio mas grande que cuando la pasearon por toda Cuba. No se, pero pa mi que Rene tambien le debe pedir a ella! si no lo ha hecho! Todo vale, verdad?
Pero hay quien se tomo el derecho de matar mucho mas que la espontaneidad, mataron la libertad civil, el desarrollo del pais, el progreso individual, el enriquecimiento personal y lo cambiaron por consignas y propaganda.
La espontaneidad se pierde desde el momento en que no poner la cinta pueda tener consecuencias. Elimínense las consecuencias y la espontaneidad volverá.
Espontaneidad la de robertico Carcasses
¿Qué no han matado en Cuba?
Lo sucedido el 12 de septiembre fue reconfortante. Me gustó que nadie en mi universidad me haya forzado a usar un lazo amarillo, pero sin embargo yo sentí orgullo cuando lo llevaba puesto, yo me creí parte de algo realmente grande y noble. Me gustó que mis vecinos, incluso los que no van a las reuniones del CDR, tenían en sus puertas, al menos, una flor amarilla sujetada con cinta adhesiva.