Congestión en el cielo

Por: Elaine Díaz Rodríguez

Ayer un amigo me comentaba de la tardanza eterna para recibir su revista del Real Madrid. Hoy otra amiga protesta porque, desde hace tres meses, debió llegarle el título de su maestría en Suecia, y aún no sabe nada del mismo. Y yo, ahora recuerdo que el libro «The weblog handbook», firmado y enviado por su autora, Rebecca Blood, debió haber aterrizado en el Aereopuerto Internacional José Martí hace un año.

Hace más de dos años mi amigo R. recibió un regalo. Desde Estados Unidos alguien le comunicaba, vía correo electrónico, que iba a llegarle la revista del Real Madrid, el famoso equipo de football. Había sido suscrito y los promotores de la revista incluso enviaban souvenirs a sus seguidores.

Nunca recibió la revista. Poco tiempo después supo, por una tercera fuente, que algunos empleados del correo tomaban las revistas y las vendían a los fanáticos de esos equipos en Cuba, que no son pocos. Aunque no puede confirmar esta versión, todavía protesta cuando recuerda que otro debe estar luciendo un lindo pullover del Real Madrid destinado a él.

Mi amiga D recibió su título de Máster en Suecia. Cuenta que allá, cuando iba a realizar algún trámite, usaban el correo normal. Mi amiga temblaba al recordar las irregularidades que presentaba el mismo en la Isla. Pero en Suecia todo llegaba en tiempo.

Su título fue enviado por la Universidad donde cursó la maestría desde octubre del año pasado. Escribió para confirmar una vez más su dirección y se volvió a enviar el título por segunda vez. En Habana 11 500 dijeron que debía estar en Habana 11 400 y viceversa, como si de una pelota de pin pon se tratara.

Y por último, lo que más me duele. Sí, me duele, me enoja. Estuve intercambiando correos para mi tesis de licenciatura con alguien que ha sido reconocida internacionalmente como la «autora del libro más influyente sobre blogs», Rebecca Blood.

Todavía me asombra la humildad de los grandes, y el afán de grandeza de los nadie. Rebecca respondió cada una de mis dudas. Pareciera que no existe bloqueo para el conocimiento o para cultivar las relaciones humanas. Me preguntó incansablemente de la Isla y le respondí cada una de sus interrogantes.

Al final del intercambio y como inicio de una bonita amistad me envió por correo el único ejemplar que tenía de su libro «The weblog handbook» en español, firmado y dedicado. Su esposo la había llevado a depositar el libro porque se encontraba con una fractura en la pierna.

Sospeché que mi dirección le iba a resultar rara. Eso de Carretera de Campo Florido, km 3 1/2 y una casa sin número jamás lo iba a entender. Eso sin contar que no sé el código postal del lugar donde vivo. Jamás he enviado ni recibido una carta. Pedí permiso a unos amigos que viven en 23 y apunté el flamante código postal que todos conocemos gracias a la televisión: 10 400.

Eso fue hace un año. Doce meses. 365 días. Pero, señores del correo, no se preocupen, entiendo. No estoy enojada. Debe estar congestionado el cielo. Si existe Dios, solo le pido que ponga al menos un semáforo.